Hola! Gracias por visitar mi blog ‘LitAngel’. Quiero contarles un poco sobre mi. Mi padre me honró al darme su nombre, ‘Angel’, y mi abuela me bendijo (como si para incordiarme, jejejeje) con un segundo nombre; ‘Ismael’. No podía ella ponerse un poco más creativa y al menos sugerir el nombre del hijo legítimo de Abraham, o sea, ‘Isaac’, sino darme el del bastardito ‘Ismael’?. No tengo nada en contra de ‘Ismael’, pero francamente hubiese preferido me consultaran al menos (jejejeje).
Me cuenta mi hermosa madre (porque francamente no lo recuerdo…) que nací en un colchón tirado en el suelo del pasillo de un hospital. Eso porque cuando llegó desde Morovis hasta el hospital de Arecibo allá en el 1978, había montones de parturientas ocupando los cuartos y a ella la dejaron a su suerte caminando de un lado a otro con este charlatancito tratando ya de salir al mundo. No sé cuál era mi prisa, porque como andan las cosas en mi linda tierra, se está más seguro en el vientre que fuera de éste. Así las cosas, ‘Mami Ana’ (como le llaman sus nietos) sintió que ya yo no quería seguir encerrado con tanta cosa que ver en el exterior y comenzó desesperada a pedir auxilio a las enfermeras. Ellas (no sé si por brutas o por desinterés), le dijeron que lo tomara con calma y que caminara un poco. Mami Ana no caminó, sino que echó carrera y cuando vio en el suelo aquel colchón sin sábana tirado, lo tomó como un regalo del cielo. Dice ella que no había terminado de recostarse en el piso cuando ya yo gritaba (no sé si de alivio o de asco, jejejeje), salido ya de aquella cómoda y cálida cárcel maternal. Para colmo de males, las enfermeras que acudieron a mi improvisado pesebre (jejejeje) ante los pavorosos gritos de otras parturientas que me vieron nacer en el piso, la emprendieron a regaños contra mi madre por temeraria. Yo no me di ni por entendido, porque les hubiese cantado un par de cosas. Ya ven que, de no haber sido por ese colchón, me hubiese roto la cabeza contra el piso por andar apurando a mi madre.
Soy el cuarto de ocho hermanos de la familia Santiago Rivera. Todos varones (y todos ‘honrados’ con el nombre paterno de ‘Angel’, jejejeje). Crecí rodeado de mucha humildad y ningún exceso en un lindo campo del barrio Cuchillas en el pueblo de Morovis, Puerto Rico. Mi padre trabajaba para el gobierno y su salario daba para poco más que pagar deudas y para creer el pobre que en realidad ganaba algo. Ahora que llevo muchos años trabajando, pienso que nunca lo compensaron como merecía. El trabajo era su honra y de esa manera nos educó . Mi madre trabajaba en muchas ramas profesionales, aunque no necesariamente tuviese los títulos universitarios que la acreditaran. Era doctora, enfermera, sicóloga, maestra, artista, estilista, cocinera, ama de casa, abogada, juez, fiscal, legisladora, policía, conserje, farmacéutica, mediadora de conflictos, francotirador (nunca fallaba cuando tiraba el cepillo, jejejeje), psiquiatra, domadora de bestias, confidente, amiga, y para angustia de más de un tímpano, cantante de opera china! En fin, uno de los seres mas completos que jamás he conocido. De ella heredé mi amor por la lectura, y lo llevé a un nivel más alto, y lo convertí en mi pasión.
Haciendo malabares económicos y emocionales, nuestros abnegados padres nos llevaron a todos a través del sistema de enseñanza público de Puerto Rico; al principio ‘Departamento de Instrucción Pública’, y en la actualidad ‘Departamento de Educación’. Ambos sistemas laxos en enseñanza y rebosantes de instrucción de índole político-partidista. De nuevo, ahora que lo miro desde la perspectiva de los tres decenios, no me sorprende el estado actual del aprovechamiento académico de nuestros estudiantes. Sin embargo, puedo con orgullo decir que tuve la fortuna de contar con excelentes y dedicados maestros que me dieron las herramientas necesarias para continuar aprendiendo y creciendo.
Pasé por todas las etapas que suelen atormentar a un estudiante (y más cuando se es pobre); desde la mofa y burla por vestir de ‘Me Salve‘ (tienda de ropa a precios modestos), los sobrenombres y epítetos discriminatorios, hasta la agresión física por parte de varios ‘bullies’ (como le llaman ahora a los que en mis tiempos se les decía abusadores hijos de su santa madre, jejejeje). Siempre fui retraído y tranquilo, por lo que mi defensa dependía de tener cerca a mis hermanos (David y Otin) que hacían las de guardaespaldas a sueldo (les pagaba haciendo sus asignaciones, jejejeje). Siempre hubo uno que otro infeliz que me intimidó lo suficiente como para guardar silencio (y me refiero a intimidar físicamente, porque en lo intelectual nunca le temí a nadie…y eso les dolía…). Tristemente, muchos de los que en su momento me hicieron un poco mas difícil la ya complicada adolescencia, hoy en día cargan con el peso de sus acciones (la mayoría de ellas motivadas por la ignorancia y la pavera). No todo es tristeza, pues, también me enorgullece decir que varios de los que fastidiaban en el pasado, hoy día son personas maduras y charlamos siempre que nos encontramos. Eso da mucha satisfacción y esperanza.
Desde muy chico he dibujado. Siempre me gustaron mucho las artes en general. Según Mami Ana, heredé la vena artística de una tía llamada Sofía, quien partiera del mundo demasiado temprano como para poder haberme enseñado a hacerlo. Curiosamente, mi madre también dibuja. Y otra de sus hermanas (Mercedes) también. Parece que el arte y el amor por la lectura viene en la sangre Rivera. Cuando me preguntaban a qué me pensaba dedicar en la vida, contestaba sin titubeos que sería artista. Y lo decía con una convicción pasmosa, pues estaba seguro de que, aparte de la astronomía, en muy pocas otras ocupaciones hubiese deseado yo desempeñarme. A falta de buena orientación en la escuela (la ignorancia es la madre de todos los males…), rehuí estudios en astronomía, pues ya desde noveno grado había notado cómo la vista se me escapaba de un ojo. Pensado en lo infalible de la vista para una profesión como la astronomía, la descarté como meta de estudios.
A regañadientes y, ahora que lo pienso, muy a mi pesar, decidí estudiar Ingeniería Mecánica por la más frívola de las razones. Verán, mi hermano mayor (Junito) es químico, y siempre que me escuchaba decir que estudiaría artes, me profetizaba las mil penurias que pasaría en la vida y que terminaría muriendo de hambre (burlándose de manera cruel y graciosa). Para él, la única y más digna carrera era la ingeniería. O por lo menos la única que me garantizaría un salario ‘bueno’ (en 1996). Siendo así las cosas, procuré el catálogo de bachilleratos de ingeniería en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Mayagüez, pues ya que mi padre no tenía en qué caerse muerto, yo no podía soñar siquiera con estudiar en una universidad privada. Se imaginan qué hizo la diferencia entre que yo optara por ingeniería mecánica sobre las otras? Que en aquel catálogo, el símbolo que representaba a ese departamento tenía un dibujo de un transbordador espacial. Así sin más! Obligado casi por mi hermano a estudiar ingeniería, y yo en tamaña decisión, me inclino por el departamento que tiene en su logo lo más cercano a astronomía que podía seleccionar. De ese modo, le di una estocada mortal a mis deseos de buscar una carrera en artes, y me matriculé en ingeniería. No se me hizo fácil, pero culminé mi bachillerato, y durante el mismo, forjé grandes amistades que me acompañan hasta el sol de hoy. Y fue en ese departamento en el que por vez primera me enamoré. Siempre dije que al terminar el bachillerato, comenzaría a trabajar y entonces haría una maestría en historia del arte… al final, la hice en ingeniería de manufactura. Ni modo.
Como el amor por el arte, la historia, la ciencia y la vida es algo que en mí no ha disminuido a lo largo del tiempo, seguí estudiando de manera privada y autodidacta todo aquello que me interesaba. He comprado cientos de libros de los temas más variados. Soy un ávido lector de varias revistas, entre ellas ‘Astronomy’, de la cual he tenido subscripción por los pasados once años. Y compartir todo ese conocimiento adquirido es algo que disfruto mucho. Lo hago en todas partes. Especialmente en aquellos lugares en que percibo que hay un deseo por conocer más. Por ejemplo, a veces en la barbería comienzo a hablar de algún tema (ya sea de arte, historia o ciencia) y es gratificante ver cómo la juventud se une al debate, pregunta, aporta, difiere, pero al final, comparten conocimiento.
Siempre he dicho que la curiosidad bien satisfecha no mata, sino que premia. Y esa recompensa no se puede medir en cuestiones materiales, sino personales. Cuanto más conocimiento posea una persona, tantas más serán sus oportunidades en la vida. La experiencia del aprendizaje es algo constante, pero no debe quedarse restringida a la utilidad de la inmediatez. Debe ser nutrida para la posteridad, pues no hay algo más gratificante que compartir sobre una buena charla de cualquier tema. Como beneficio adicional, el conocimiento aleja a las personas de la delincuencia y la calle. No mienten las estadísticas cuando apuntan a que la mayoría de las personas en nuestras cárceles carecieron de una formación educativa de excelencia.
El blog LitAngel pretende ser un puente para intercambiar ideas y conocimiento entre la comunidad. Consiste de entradas cortas y sencillas que encierran en si temas variados y hechos curiosos. Lo que pretendo con el blog, es continuar compartiendo todo aquello que he aprendido con ustedes, haciendo uso de una herramienta tan abarcadora como el internet. Recuerden someter sus comentarios, opiniones y hasta correcciones en la sección de comentarios. Muchas gracias por abrirme su puerta, y espero podamos seguir aprendiendo mutuamente.
Un abrazo;
Angel
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